miércoles, 29 de agosto de 2007

Los 80 vuelven a Antena 3 con 'Peta Zetas'

Se llamará Peta Zetas y lo presentará Eduardo Aldán.
Antena 3 lo emitirá en el late night de los lunes
Producido por El Terrat se estrena el 17 de septiembre.
BOSCO PALACIOS


La década de los ochenta volverá a Antena 3 Televisión de la mano de la productora El Terrat.
Bajo el título de Peta Zetas, como la chuchería más divertida de aquella época, el programa se centrará en los personajes, las series, los anuncios, las películas, la música y la moda de hace 20 años.
Presentado por Eduardo Aldán, que ya dio su particular visión de los 80 sobre las tablas con en el montaje teatral 'Espinete no existe' , el programa se estrenará el lunes 17 de septiembre a las 23:35 horas.
De Alaska a RamboCada semana, Eduardo Aldán contará con una plantilla de colaboradores que irán introduciendo las distintas secciones, dentro de un plató retro, según informa vertele.com Entre los entrevistados, también se recuperarán figuras de aquel momento, como los actores de Verano azul, grupos musicales como Locomía, Alaska y Dinarama o Parchís, el ex futbolista Poli Rincón o el humorista Millán Salcedo. La nostalgia tratada con humor alcanzará a lo que proyectaban los cines (Rambo, Porky), tocaban las bandas (Duran Duran, Europe) y ofrecía la televisión (V, Falcon Crest) de entonces.

20MINUTOS, miércoles 29 de agosto de 2007

La Movida, 25 años después

Revisar la Movida, aunque sea bajo la excusa de conmemorar un aniversario, equivale a meter la mano en un airado avispero. Muchos de sus protagonistas prefieren hoy, por táctica, marcar distancias: las grandes ausencias no son casuales. Para los artistas en activo, urge defender su obra actual y desmarcarse de las creaciones más juveniles.

Alaska, que siente pavor ante las trampas de la nostalgia, explica su particular ambivalencia: “Nacho (Canut, su compañero en Fangoria) es más militante del olvido, hasta le divierte que se difundan tópicos y mentiras. A mi me sale la vena de historiadora y entro al trapo ¡siempre!. Oigo alguna barbaridad y no puedo reprimirme: `un momento. Eso no fue así ´. Y me tiro media hora explicando que Madrid realmente no se llenó de punkis y new romantics cuando Tierno Galván era alcalde”.

El gran baldón de la Movida: su supuesto origen municipal (y socialista). Para los que vivieron aquella época, un disparate: no hubo respaldo oficial en 1980, cuando eclosionaron los primeros grupos; ni tampoco en 1981, año de reflujo tras las decepcionantes ventas de las bandas; ni en 1982, cuando el bache se resolvió con los sellos independientes. Gran parte de la izquierda contemplaba con desconfianza aquel despuntar, asumiendo el tosco análisis de columnistas miopes que favorecían la “autenticidad” vallecana de Ramoncín sobre la frivolidad de Los Pegamoides, donde coincidieron la hija de un exiliado – Alaska – con un Canut y un Berlanga (y con hijos de familias menos significadas; aquello fue una conspiración interclasista). Nada de “movida promovida” como insinuaría una canción posterior.

El verdadero catalizador fue la llegada a la mayoría de edad de una generación que, con aliento de muchos adultos, deseaba disfrutar de las libertades democráticas. Más que una quinta despolitizada, eran optimistas que no podían concebir un retorno al franquismo; el espasmo del 23-F fue mirado con incredulidad, y no provocó ni canciones, ni conciertos de repudio, a diferencia de los dibujantes de cómic, que reaccionaron con un explosivo número especial de El Víbora.

Cuando la Movida adquirió envergadura artística y sociológica, las diferentes instancias – estatales, autonómicas, locales – se subieron al tren en marcha. Ya en 1984 hubo una exposición retrospectiva, Madrid, Madrid, Madrid, en el Centro de la Villa. Y Tierno Galván soltó lo de “a colocarse, y el que no esté colocado, que se coloque”, durante un festival de 24 horas que montó Radio 3 en el Palacio de Deportes. Aseguran hoy sus colaboradores que don Enrique conocía la jerga juvenil y que quería decir exactamente lo que dijo. Dudoso: inauguró una calle con el nombre de John Lennon y, durante su discurso, insistió en denominarle “Lennox”.
Para aquellas fechas, la Movida tenía resonancia internacional. En Laberinto de pasiones, Almodóvar hizo que uno de sus personajes extranjeros afirmara, como algo bien sabido, que Madrid era “la ciudad más divertida del mundo”. Al poco, eso se pensaba realmente en todo Occidente. Puede que ni la muerte de Franco ni la transición convocaran en España a tantos periodistas, equipos de televisión, cazadores de tendencias.

En sus días de marea alta, nadie se alzaba públicamente contra la Movida: hasta futuros azotes del felipismo, como Federico Jiménez Lozanitos o Tomás Cuesta, disfrutaban de sus placeres. El único resquicio para atacarla era su reflejo en TVE: en 1983, Caja de Ritmos emitió Me gusta ser una Zorra, procaz adaptación del I wanna be your dog, de Iggy Pop, a cargo de unas punkis bilbaínas, Las Vulpess. ABC transcribió (mal) la letra y organizó un escándalo político – estaban cerca unos comicios municipales – que se saldó con la cancelación del programa y el procesamiento de su director, Carlos Tena. Años después, Paloma Chamorro también debió acudir al juzgado acusada de ofensas a la religión en La edad de oro. Sin embargo, no hubo denuncias cuando La Bola de Cristal emitió el orgiástico video de Relax, de Frankie Goes to Hollywood; tampoco alarmaron los ideologizados guiones de aquel espacio. De hecho, hasta ABC terminó contando con un suplementomovido, donde escribían desde Fernando Márquez hasta Edi Calvo. Y Diario 16, bajo la dirección de Pedro J. Ramírez, llegó a poner en portado el concierto de Rubi en Rock Ola: ayudó que - como se veía en la foto - la cantante actuara con un sucinto camisón rosa.

Solo mucho después, con el Partido Popular ya instalado en la Plaza de la Villa y en la Puerta del Sol, se exteriorizaron los rencores. En 1991, José María Álvarez del Manzano, alcalde de Madrid, en una entrevista con La Vanguardia afirmaba que la Movida fue menos que un espejismo. Imposible dejar de reproducir tal andanada: "No hay que enterrarla porque se ha evanescido, ni siquiera tiene cuerpo para enterrar. Era algo etéreo, una propaganda política, no ha dejado un solo poso. Yo no recuerdo un solo libro, un solo cuadro, un solo disco; nada, de la Movida no ha quedado nada".

No fue simple deseo de epatar a un periodista barcalonés. Años después, Álvarez del Manzano despreciaba a uno de sus predecesores, el socialista Juan Barranco, con la lacónica evocación de su pecado nefando: "Apoyó la Movida". En esa visión revisionista, el PP fue respaldado por algunos arrepentidos con ganas de situarse. Ayudó que el resto de los agitadores o simpatizantes se desentendiera de la defensa de los ochenta. Afectados quizá por los sentimientos de culpabilidad que trae la resaca, prefirieron no entrar en polémicas y vivir el presente. El pasado, ya se sabe, suele traer recuerdos de excesos y concesiones.

Tenían perfectas excusas. Podían preguntar: ¿qué Movida?. Desde los albores se alzaron barreras. Del clan pegamoide surgió aquella división. "Los que nos teñimos el pelo y los que nunca lo harían". Hilando más fino, hubo quien limitó la pertenencia a los que visitaron la casa - taller de Costus. Eran, para entendernos, los modernos. Les distinguían sus modos gay o, por lo menos, su ambigüedad sexual. Culturalmente ávidos, estaban al tanto de modas imitables de Londres o Nueva York. Se comunicaban con el mundo del cine - Almodóvar - y del arte: todos se fotografiaron con Warhol en su visita a Madrid, aunque Andy no les inmortalizó (si lo hizo con Miguel Bosé, quien pasó por caja).

Los modernos cumplieron con anhelos, los propósitos del hipotético manifiesto de la Movida: la interacción entre las artes ( o por lo menos entre artistas de distintas disciplinas ), la exigencia de cosmopolitismo, la violación de tabúes sexuales, el desprecio de la santurronería progre. Les perdía, claro, su elitismo. En lo musical, se vieron desbordados por la ascensión de los grupos pop, hijos de la new wave británica. Con su habitual lengua pérfica, los modernos les descalificaron como babosos: abundaban rimas con acné, quejas contra chicas malas. Contra la ñoñería disparaban las Hornadas Irritantes, fugaz bandera bajo la que zarparon en 1981 Glutamato Ye-Ye, Derribos Árias y Pelvis Turmix.

Lo extraordinario fue la proliferación de propuestas. Iniciativas que saltaban a la arena cuando todavía no había mercado, ni, por supuesto, subvenciones. El contagio fue inmediato: surgieron movidas en Vigo, en Barcelona, en San Sebastián, en Sevilla, en Valencia ... Sin manual de instrucciones, se tradujeron y adaptaron los modelos del tecno, el rockabilly, el afterpunk, el rock gótico, el funk-pop, el reggae. Se copiaba, inevitablemente, a los Clash, Police, Kraftwerk, Stray Cats; tras ese aprendizaje, los más listos despegaban hacia expresiones personales. Un dibujante gallego, Víctor Coyote, inventaba el rock latino 15 años antes de que fuera rentable. Esclarecidos, un grupo nucleado por arquitectos, desarrollaba narraciones urbanoascon sedoso fondo jazzy. Servando Carballar, que venía del teatro y de la ciencia ficción, generaba ingentes cantidades de teoría y música con Aviador Dro.

Radio Futura constituye el paradigma de la prodigiosa maduración del movimiento. Al nacer, en 1979, habían pasado más tiempo en universidades o en galerías de arte que en los locales de ensayo. Su LP de 1980, Música moderna, quería venderse como pop adolescente, pero estaba confeccionado con las enseñanzas del pop art. Aunque Enamorado de la moda juvenil o Divina adquirieron categoría de himnos, el proyecto se estrelló y Radio Futura se recompuso en rock. Tras tres años de miseria se impusieron como banda de ideas, cuyos discos y entrevistas reflexionaban sobre la cultura popular en España, la urgencia de recuperar tradiciones urbanas, la conveniencia de establecer un diálogo con América, nuestro lugar en el mundo.

El grupo de Enrique Sierra y los hermanos Auserón también fue ejemplar en establecer lazos con artístas gráficos, escritores, videorrealizadores, el mundo universitario. La Movida tuvo su manifestación más visible en la música, pero también iluminó otras áreas de la creación. Eso sí, con desigual impacto. No tuvo demasiado eco en la literatura - novelas como Madrid ha muerto, de Luís Antonio de Villena, salieron a posteriori -, ni tampoco en el cine: en caliente, sólo se filmaron la citada Laberinto de pasiones y la simplona A tope (1983).

En artes de gestación más rápida y menor inversión sí hubo un florecimiento de talentos. La fotografía contó con cronistas de la realidad como Miguel Trillo, Alberto García - Alix o Pablo Pérez - Mínguez, verdadero retratista de corte, sin olvidar a Ouka Leele o a los especializados en moda, inevitablemente atraidos por aquélla eclosión de criaturas llamativas. Los diseñadores de ropa también se sintieron inspirados por la Movida: un lugar con tan poco glamour como Rock Ola acogió desfiles como Baja Costura o Costura España, ambos de Alvarado.

En el cogollo estaban pintores como Guillermo Pérez - Villalta, El Hortelano, Sigfrido Martín - Begé, Dis Berlin, Herminio Molero, Costus, Pablo Sycet o Ceesepe. Este último venía del cómic, que también vivió años de esplendor, con una rompedora revista, Madriz ( esta sí, de financiación municipal ). Por un tiempo hubo abundantes cruces. El Hortelano montó grupo con Poch para una actuación en la Universidad de Verano de Santander; Ceesepe y García - Alix realizaron un corto para Pista Libre, de Televisión Española; Carlos Berlanga, Víctor Coyote y otros músicos encontraron hueco en Sen, Buades, Estampa, Vijande, Moriarty y demás galerías de arte.

La necesidad aviva el ingenio: los músicos superaron los años flacos (1981 y 1982) con la fundación de compañías independientes como DRO y Gasa, que se matrimoniaron y se transformaron en una de las grandes discográficas de los ochenta. En medios escritos, la Movida encontró acogida en los diarios del momento, aunque también generó revistas como La Luna de Madrid y Madrid Me Mata, sin olvidar los fanzines. Una red de complicidades garantizó su presencia en las ondas oficiales: Radio 3 y espacios de TVE - Caja de Ritmos, La edad de oro - fueron escaparates de inmensa repercusión.

Pausa: con semejante entramado, ¿como es posible que la Movida se eclipsase tan ignominiosamente en la segunda mitad de los ochenta?. Se podría afirmar que murio de éxito: el coge-el-dinero-y-corre se imposo como modelo ético. Las multinacionales impusieron su poderío y se llevaron las flores de la independencia: lo que eran músicas marginales fueron grandes lanzamientos. Los grupos cambiaban los clubes por grandes recintos, generalmente con dinero de las instituciones.

Tan fatales fueron tropiezos como el cierre de Rock Ola, en 1985: aunque detestado por la infame calidad de sus bebidas y otros pequeños detalles, servía como punto de encuentro; a partir de ese momento, las tribus se dispersaron. Desaparecieron sin despertar alarma revistas y programas de televisión. El sentimiento colectivo se desintegró en mil aventuras particulaes.

El triunfo del individualismo y el todo-vale dejó a la movida huérfana de paladines. Latía un difuso remordimiento, una urgencia por pasar página. Ese lavarse las manos permitió que la iniciativa pasara a los enemigos, que efectuaron una demonización efectiva. Bien entrados los años noventa, la movida resucitó como nostalgia boba, simplificada hasta la caricatura. Eso explica que se acepten ficciones televisivas sobre la movida con errores de bulto. O que Nacho Cano resuma aquéllos años - en el espectáculo Hoy no me puedo levantar - como una crónica de inocentes pervertidos por el dinero, las drogas y el sexo, con una discográfica como gran Mefistófeles. Cierto que el musical de Mecano tambien refleja el entusiasmo juvenil, la creatividad liberada de sus protagonistas, la voluntad lúdica de todos los implicados, la porosidad social de la capital. Como decía aquél, a Madrid no le iba a reconocer ni la madre que lo parió.


Por Diego A. Manrique


EP[S] - EL PAÍS SEMANAL Nº 1492. Domingo 1 de mayo de 2005

lunes, 27 de agosto de 2007

"Quién sabe, tal vez soy más psiquiatra que fotógrafo".

PABLO PÉREZ - MÍNGUEZ
POR MANUEL DE LA FUENTE
Su objetivo: robar almas para devolverlas sanas, salvas y rejuvenecidas mediante su cámara. Cuatro décadas de profesión, de movidas y removidas, cientos de imágenes y docenas de portadas, recompensadas este año con el Premio Nacional de Fotografía, un galardón que, como el mismo dice, "es como una patente de corso, sobre todo para los que somos más underground". Miren al pajarito, sonrían y ya saben: pa - ta - ta.

- Cuándo el objetivo se convirtió en objeto prioritario, con perdón de la rendundancia.
Nunca fue un hobby, ni siquiera cuando era un crío y me regalaron una cámara en mi Primera Comunión. Siempre fue una vocación profunda, esa pasión por algo que te corroe y que es como una droga. Lo mismo que los seminaristas tienen un momento en su vida en el que ven claro su camino, para mí, en el fondo fue lo mismo, un día me llamó el ´dios de la fotografía, el dios de la luz.
- En este estudio se rodó "Laberinto de pasiones", se escribieron canciones, se formaron parejas y tríos (musicales). ¿Es un museo, un taller de sueños?.
Es un estudio fotográfico, pero especial, con mucha alma y mucha humanidad en su interior. En él, la fotografía es el leit motiv, pero en el estudio suceden y han sucedido muchas cosas: se graban videos, se hacen canciones, se habla ... Sí, está bien, es como un taller de sueños, sí, o si lo queremos decir en plan más cursi, en plan Warhol, es una Factory a la madrileña.
- ¿Sus fotos hay que verlas con los ojos o con el corazón?.
Soy completamente antitécnico. Es más, creo que la fotografía es el arte que menos técnica requiere aunque no lo parezca, porque está todo en la cámara. Como también he sido y ilustrador y portadista, lo que más me importa es el peso icónico, el punch, la pegada, el impacto de la fotografía. Más que como fotógrafo intelectual, que lo soy, me muevo como una estrella del rock. Tengo teorías que decir, y las digo, pero selecciono a golpes de corazón.
- ¿Una buena carátula puede ser la mejor canción?.
Cuando voy a hacer una portada yo siempre les digo a los músicos: atentos, oye, oye, que estamos haciendo la canción número 11 del álbum. No les digo que es la número 1, porque, digamos que todos tienen su ego, pero una buena ilustración puede ayudar mucho a vender discos, claro está, si hay un poquito de música dentro.
- ¿Ha robado muchas almas con su cámara?.
Sí, completamente. Además te la entregan perfectamente, de hecho están deseando entregarlas. Estoy de acuerdo con esos pieles rojas que pensaban que si les fotografiaban, les robaban el alma. Aunque, por supuesto, no se la robo para quedármela, luego la devuelvo, claro. Digamos que después de pasar por mi estudio la gente se va engrandecida, se van sublimados, como si salieran volando por la ventana.
- No querrá decirme con esto que con la fotografíaterapia hemos topado.
Mi estudio es una mezcla del cabaret alemán de entreguerras y el gabnete de Sigmund Freud. Yo saco la belleza que la gente tiene dentro. Quién sabe, a lo mejor soy más psiquiatra que fotógrafo.
- Color, blanco y negro, ¿la guerra continúa?.
Llevo 25 años haciendo blanco y negro, y ya me considero un maestro, pero me gusta el color. Me encantan el compromiso, el riesgo y la aventura, y el color es más emocionante, más real y comporta precisamente esos riesgos que me araen. Socialmente, el blanco y negro está más considerado, es más "artístico", y es algo que me produce vómitos. Parece que el color lo puede hacer un niño con una cámara digital.
- Se cuenta que su archivo es de leyenda.
Desde que empecé he publicado con asiduidad pero, sobre todo, he almacenado muchísimas fotos. Mi archivo es como un iceberg y solo voy usando su punta, el resto queda guardado. Creo que mi manera de trabajar con este archivo es otra de mis características más originales. Saber esperar, no forzar nada. Siempre he trabajado con mucha paciencia y mucha fe en mi obra, y me ha funcionado.
- Soy la cámara digital, señor Pérez - Mínguez. Dígame algo, aunque sea bonito.
La revolución digital es maravillosa. Y lo digo yo que soy totalmente analógico, que mientras siga habiendo un carrete no cambiaré. Es más, casi voy para atrás, a la polaroid, la diapositiva. Una diapositiva es como un Caravaggio.
- Pero cualquier tiempo (fotográfico) pasado no fue mejor, ni mucho menos más barato.
La fotografía digital es casi un arte diferente pero, en el fondo, no deja de ser lo mismo: la captación de la libertad, de la vida, de la creatividad. Así es como yo concibo la fotografía. Porque el artista que no está en sintonía con la vida es un rancio, es un esteta.
- No se veía tanta gente haciendo fotos desde la invasión japonesa. La futuriasta, me refiero.
Es fantástico. Si antes había mil fotógrafos en España, ahora hay diez millones. Pero por supuesto, tendrá que haber una criba. Porque tan importante como hacer fotos es la selección de esas mismas fotos. Porque, si hay alguien que hace doscientas fotos y luego las mete en el ordenador, ¿qué sentido tiene?. ¿Para qué las quieren, para que estén ahí, haciendo bulto?. Eso no tiene ningún sentido, es justo lo contrario de lo que yo denomino la foto-actitud.
ABC SÁBADO 28_8_2007